¡Qué curioso! Es otoño y parece que ha surgido la primavera por unos instantes. No podía ser. Su juventud era escandalosa y seguramente aprovechando que algún profesor había hecho huelga se fue por la orilla del mar, a lugares donde sus padres no irían y por lo tanto no podrían encontrarle. Las primeras miradas parecían ocasionales, circunstanciales, como extrañándose de que coincidiéramos en ese sitio. Me senté de espaldas a una pared bañada por el sol y mirando al mar que hoy era de un azul precioso. Yo había extendido mis piernas y tenía colocadas mis manos entre los muslos.
Se acercó a mí con un diálogo muy simple:
“Hace buen día”
“Sí, y aquí se está muy tranquilo”
“No trabajas”
“Hoy no. Y tu, estás de huelga”
“En el colegio hay mucho descontrol. No sabemos los profes que están de huelga y los que no lo están, así que he optado por tomar un poco el sol”
A continuación me preguntó:
“Estás casado”
“No”
“Y tienes novia”
“No”
De vez en cuando pasaba una barca faenando frente a nosotros.